lunes, 1 de septiembre de 2014

Primer semana en Paris

Llegué a París un día 13 y me estaba esperando mi amigo Mikaël, alto, sonriente. Me tranquilizó verlo porque apenas uno llega a suelo extranjero las cosas que parecen simples se tornan un tanto complejas de resolver por el sólo hecho de que están en otro idioma, dichas de otra manera.
Nos tomamos el bus y aterrizamos a pocos metros de la Cité Universitaire, lugar privilegiado para pasar un año, si es que uno va a estudiar en París. Es un campus enorme, con casas de varios países para estudiantes. Yo había sido aceptada en la Casa Argentina y por el sistema de intercambios fui a parar a la Casa de Armenia (ya les contaré sobre los armenios), lo cual me pareció que podía ser una gran vuelta de tuerca y me empezó a gustar la idea.
Los primeros días son raros. No es como un viaje de placer donde uno tira las cosas en un placard y se va a buscar en el mapa el punto turístico más cercano para arrancar con la "chinese checklist" de lugares a visitar. No, es diferente. Uno siente que tiene que desarmar lo que trajo consigo y buscarle un lugar en el nuevo rincón donde deberá permanecer el próximo año. Le siguieron días de papeles, conseguir cuenta bancaria, celular... en fin.
Resuelto esto me puse a ver las posibilidades laborales, pero no puedo resolver nada hasta no tener los horarios de cursada y la universidad está cerrada hasta el 1° de Septiembre. Y no es que no haya nada que hacer en Paris, claro está, pero no podía hacer demasiado en lo que hace cuestiones concretas que hay que resolver.
Y decidí partir... nuevamente, porque creo que esto se ha convertido en algo que me caracteriza desde algún tiempo.



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