jueves, 4 de septiembre de 2014

København

Finalmente llegué a Copenhague. Hacía mucho que no caminaba por las calles de Copenhague, porque en verdad el año pasado apenas si estuve unas horas.
Llegué a mediodía y ni bien bajé del tren dí una gran bocanada de aire fresco que me sacara el olor a catinga de la nariz y el lóbulo frontal.
Me puse a andar por el circuito tradicional hasta llegar a ella.

La ciudad está hermosa. Tiene un encanto particular. Adoro Copenhague. 
Finalmente, luego de andar unas cuantas horas, llego al consultorio de uno de los pocos analistas lacanianos que hay en Dinamarca (lo había contactado a principios de año y quedamos en conocernos cuando fuera allí). Charlamos de psicoanálisis, París, Dinamarca... 
Luego seguí rumbo a la casa Nickolass. Subte, un par de preguntas a transeúntes ocasionales y ya estaba allí. 
Nickolass vive con su novia de hace varios años. Son adorables. Como al día siguiente era sábado prometió llevarme a pasear por donde yo quisiera. Yo suelo hacer los circuitos turísticos por mí misma, pero s uno tiene la suerte de estar acompañada de un local, lo mejor es decir lo que le dije "La chinese checklist ya la tengo, ahora quiero que me lleves por los lugares de Copenhague que a vos te gustan, los que vos frecuentas".
Y así lo hicimos. Tomamos el botecito que va por los canales, luego fuimos a almorzar a uno de sus "salad bars" favoritos, de allí caminando por una zona que nos terminaba dejando en el Frederiksberg Have, un parque bello, que tiene un árbol que sirve como una especie de chupetómetro donde los niños simbólicamente dejar su chupete. 

De allí fuimos a uno de sus cafés favoritos y volvimos a casa. Cena, ducha y prestos para romper la noche copenhaguense. Es curioso encontrarse con ese muchachito de 14 años con el que conviví durante casi un año y compartir con él interminables charlas, verlo hecho un hombre, gentil, inteligente. Algo de eso devuelve cierta noción del tiempo.
Por la noche hicimos una recorrida por tres bares. Muy copados, al salir, casi a las 3 de la mañana del último bar estaba lloviendo a cántaros, pero el aroma a otoño fue gentil con la temperatura, aunque nos empapamos.
La pasé genial. Por la mañana siguiente, cuando tomaba el subte a aeropuerto, concluí que hice bien en partir.

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