No quiero que piensen que no pienso en los que quiero.
Extraño, claro que extraño. Debo decir que no extraño tanto al país en sí.
Extraño a mi familia. Me brotan de repente unas intensas ganas de ver a mis sobrinos y darles un beso, uno de esos besos que nos damos donde nos pasamos la lengua por la cara y nos morimos del asco por el olor a baba y nos morimos de risa también.
Extraño a mis viejos.
Extraño levantar el teléfono y escuchar la voz de mis amigos, tomarme unos mates con ellos, saber de ellos.
Extraño a mis gatos y sus caprichos.
Tengo ganas de verlos... a todos. Y si nos sirve de consuelo, en lo que va de este mes y medio tan lejos de ustedes, es que estoy bien. Muy bien.